viernes, 13 de noviembre de 2015

Las dos caras de Change.org

Millones de ciudadanos han conseguido en los últimos años recabar decenas de miles de firmas a través de la plataforma Change.org para acabar con innumerables injusticias. Cien millones de usuarios en 196 países hacen uso de esta herramienta a diario.

Una web que les permite hacer llegar sus peticiones al mundo entero, en la mayoría de los casos con el objetivo de hacer de este planeta un lugar mejor. Sin embargo, nadie se ha parado a pensar en que esta plataforma al servicio de los ciudadanos acoge todo tipo de peticiones, unas buenas y otras no tanto. Y a los hechos nos remitimos.

Por ejemplo, la plataforma Stop Estafadores, asociación de afectados por prácticas fraudulentas de prestamistas de capital privado, a través de Change.org pide ayuda para Monchi, una mujer que dice haber sido estafa por un prestamista. La presión y la falta de ayuda hizo que su marido se quitara la vida, y ahora ella pide desesperada 150.000 firmas que apoyen su causa, para hacerlas llegar al Gobierno español y que “legisle para impedir la usura y que miles de familias sean estafadas cada año”. Sin duda una petición a todas luces necesaria.

Pero la cosa cambia cuando nos topamos con el titular “No a la petición que incita al odio y a la discriminación de los musulmanes”. Es una solicitud hecha por Musulmanes contra la islamofobia. Seguimos leyendo, y no damos crédito. Este grupo pide a Change.org, y a su responsable en España Francisco Polo, que eliminen una petición de Change.org contra la apertura de mezquitas en España. Una solicitud que incita al racismo y a la islamofobia, y que sigue abierta a recoger firmas. ¿En serio? De las 5.000 firmas que pide una tal Ana Sánchez, a estas horas ha recabado 3.711. Frases como “no queremos vivir en un país islamizado” o “no queremos ni más mezquitas ni más refugiados o emigrantes con raíces musulmanas”, justifican la petición que solicita, además, la deportación de los inmigrantes de España.

Una plataforma que se presenta como un lugar al que acudir para, a través de la recogida de firmas, “pasar a la acción” y “adoptar decisiones para lograr soluciones”, no puede acoger solicitudes que inciten al odio y al racismo. Porque su función social pasa a ser un papel vergonzoso, injusto y hasta anticonstitucional. En la vida no todo vale, aunque está claro que de esta manera Change.org hace honor a su eslogan que asegura que “cualquier persona puede iniciar una petición”.



miércoles, 9 de septiembre de 2015

Ser refugiado en España no es fácil

La Unión Europea ya ha tirado de las orejas en varias ocasiones a nuestro país por no cumplir con los mínimos de respeto a los derechos humanos y a la protección internacional de las personas refugiadas. Personas que recordemos huyen, literalmente, del miedo de morir en mitad de una guerra, o de las epidemias y la escasez de comida que provocan esos conflictos. 

Hoy, la Comisión Europea anuncia a los Estados miembros una nueva propuesta de reparto de refugiados. 120.000 serán las personas que Europa deberá albergar, y que ahora mismo están en Italia, Grecia y Hungría esperando un destino que les asegure la paz que llevan anhelando durante meses de periplo. La mayoría de los refugiados proceden de Siria y Afganistán, pero no debemos olvidar que los ciudadanos de Kosovo, Afganistán, Eritrea (donde el servicio militar es lo más parecido a la esclavitud y es obligatorio), Serbia, Albania, Irak, Pakistán y Nigeria son los siguientes países de los que más personas huyen, según fuentes de Eurostat. Y nosotros nos preguntamos, ¿cómo tratará España a estos refugiados? ¿Estaremos a la altura de las circunstancias? 

Ya en el mes de Julio, la ONU pidió explicaciones a España por abandonar a Mohamed, refugiado político de origen argelino, que fue desahuciado con sus dos hijos de 8 meses y dos años, con los que acabó durmiendo en la calle. Ahora, nos encontramos con una situación parecida. 

La familia de Derar, refugiado eritreo en España, se enfrenta a una orden de desahucio por no poder hacer frente al pago del alquiler desde hace 4 meses. Llegaron a España desde un campo de refugiados en Túnez, gracias a una orden de reasentamiento del ACNUR y del Gobierno Español. Ahora, no saben qué va a pasar. En agosto del año pasado dejaron de recibir la ayuda de 1.100 euros mensuales con la que vivían los cuatro, y la Renta Mínima de Inserción de 500 euros no les da ni para pagar los 700 euros de alquiler. Derar vivía con su familia en Libia. Él y su mujer son ingenieros, y aseguran que les dieron a sus hijos la mejor vida que podían imaginar, hasta que estalló la guerra. Entonces la familia se separó. Derar estuvo dos años sin saber nada de su mujer ni de sus hijos, hasta que se enteró de que habían conseguido llegar a España. Consiguió reunirse con ellos en el 2014. Ahora lo único que pide es una vida digna junto a los suyos. 

Aseguran que la crisis de refugiados que se está viviendo en Europa les hace recordar, una vez más, lo que han tenido que sufrir. Pero la esperanza de que su situación se solucione está en las nuevas generaciones, como la de Adaad, su hija que con tan sólo 12 años, tiene muy claro a qué se quiere dedicar en el futuro. “Quiero ser médico para ayudar a la gente”, asegura.



 (Artículo publicado en www.cordobainternacional.com)

miércoles, 22 de julio de 2015

Isabel Pérez: “Nos hemos hundido en el vacío de la Franja. Es un genocidio a cámara lenta”

Isabel Pérez es una de esas periodistas que cuando te mira, impacta. Afincada en la Franja de Gaza desde 2013, su compromiso con el pueblo palestino, no sólo como periodista sino también como persona, hace que aproveche sus días libres en Madrid para revindicar, una vez más, la injusticia del bloqueo insufrible que padece una parte del mundo y que, a veces, parece que poco importa. Pese al calor sofocante de las siete de la tarde, Pérez nos recibe con la mejor de sus sonrisas en la terraza de Ecoo, el centro que acoge la mesa redonda organizada por Palestina Digital “Gaza, vida y muerte y su repercusión en los medios”, y en la que participa junto a los también periodistas Musaa’ab Bashir, Yolanda Álvarez y Teresa Aranguren. Toca hablar del periodismo de guerra, ese género único que une vocación y humanidad.


Isabel Pérez, periodista freelance en la Franja de Gaza,
durante la entrevista. Foto: Javier Imedio

Pregunta: Parece mentira, pero lo más destacado en los últimos días sobre la situación de Gaza, han sido las palabras de Angela Merkel que provocaron el llanto desconsolado de una niña refugiada palestina. La noticia en los medios se ha quedado, una vez más, en la anécdota, lejos de hablar de la realidad de la Franja y de sus consecuencias. ¿Estamos haciendo los periodistas bien nuestro trabajo?

Respuesta: Es uno de los errores que cometemos los medios y algunos periodistas. A veces estamos obligados a descontextualizar, pero es muy necesario seguir explicando, aunque sea con anécdotas y con algo más de información, el conflicto árabe-palestino o palestino-israelí, según lo quieras ver. Los medios de comunicación podríamos hacer mucho más para explicar al mundo este conflicto, uno de los más enquistados, y un error que cometió en su día la comunidad internacional. Tendríamos que evitar poner parches como se está haciendo hasta ahora y buscar una solución política. Esto no es sólo una crisis humanitaria, es una causa política, y es como deberíamos enfocarlo desde los medios.

P: ¿Cómo consigue un periodista freelance vender a los medios de comunicación el día a día de la Franja de Gaza?

R: El día a día es muy complicado. Lo que ocurre en la Franja de Gaza tras más de ocho años de bloqueo israelí es el resultado de la acumulación de crisis socioeconómicas.  Hablamos de 66 años de ocupación. Nos hemos hundido en el vacío de la Franja desde hace ocho años, cuando Hamas llegó al poder e Israel decidió imponer este bloqueo inhumano, este castigo colectivo. Es un genocidio a cámara lenta. Vender a un medio de comunicación lo que ocurre cada día es difícil, porque son ciclos que se repiten. Por ejemplo, tener una crisis de combustible a nivel mediático no vende. Eso hace que los periodistas tengamos que ser muy originales para meter dos líneas sobre “de nuevo hay una crisis de combustible”. Pero hay bastante trucos que los periodistas que estamos dentro sabemos utilizar. Por ejemplo, esas faltas de carburante pueden afectar a los vehículos: no hay taxis y la gente no puede ir a trabajar. O podemos venderlo sobre cómo salen de las alcantarillas las aguas residuales porque el Ayuntamiento no tiene combustible para bombear. Hay que buscar la manera de dar la otra visión, pero al final es lo mismo, son ocho años de la misma crisis.

Isabel Pérez, periodista freelance en la Franja de Gaza,
durante la entrevista. Foto: Javier Imedio
P: Hablando con otros periodistas de guerra, casi todos coinciden en que es muy difícil informar de manera objetiva cuando ves la muerte tan cerca y los sentimientos afloran. ¿Qué opina?

R: Yo no creo que sea un problema que afloren los sentimientos. Al revés, es algo muy humano, los periodistas somos humanos. Somos mujeres, somos madres, o seremos madres en mi caso. Es normal que afloren los sentimientos, si no es así, creo que es un problema, y que ese periodista no va a lograr informar sobre por qué hay niños que están muriendo por falta de medicación. O sobre por qué hay mujeres con cáncer de mama, muy extendido en Gaza, que están muriendo porque no entran los tratamientos por el bloqueo israelí. Las mujeres tienen que salir a Egipto, y muchas veces el paso de Rafah está cerrado. Y, por supuesto, Israel no permite a todo el mundo que tiene cáncer salir a tratarse a los hospitales de Jerusalén o Cisjordania. Por lo tanto esto es un drama, y hay que mostrarlo tal como es. Gaza, la causa palestina, es sentimiento. Y si no hay sentimiento, no puedes expresar que hay una injusticia total en esta causa política.

P: Son varios los periodistas como Yolanda Álvarez, ex corresponsal de TVE, o Javier Martín, de EFE, que han sido relevados de sus funciones en el terreno como consecuencia de las presiones de Israel. ¿Existe también un intento de bloqueo de cara a los medios que trabajan en Palestina?

R: Yo principalmente trabajo para una televisión que nada tiene que ver con Occidente, por lo que no tenemos ese tipo de presión tan directa. Lo que si me pasó durante la operación “Margen Protector” del año pasado cuando comencé a colaborar con el diario El Mundo, es que me llamaron diciéndome que habían recibido una carta del embajador de Israel, en la que decía que su corresponsal -ellos no sabían que yo no era corresponsal, sino colaboradora freelance-, tenía que salir de la Franja  de Gaza porque aquello se iba a convertir en una guerra muy peligrosa. Es una presión psicológica que hacen a los periodistas. Imagínate, tú llegas como periodista a un conflicto, y si es la primera vez que te avisan de que te tienes que salir ya, cunde el miedo. Yo sé de gente que sí que se fue. Yo me quedé, tengo allí mi familia palestina, tengo una labor periodística y humana. Pero sí que hay presiones.

P: Como periodista, ¿cuál cree que es el “secreto” para que el conflicto palestino termine de una vez por todas?


R: No hay secreto. Hay que dejar de apoyar a la entidad sionista de Israel. Hay que ser consecuentes con nuestros actos. Nuestros gobiernos deberían ir del lado de la justicia, de la igualdad, y terminar con esa ocupación que es ilegal ante las leyes internacionales. Pero esto es muy relativo. Nuestros gobiernos, otras entidades, los organismos internacionales, aprovechan la inestabilidad de Oriente Medio para seguir apoyando a Israel, pensando que eso va a contener un estallido. Pero yo estoy segura de que si se levanta el bloqueo, si termina la ocupación, si los palestinos tienen libertad de movimiento para trabajar donde ellos quieran, y conseguir vivir como un ser humano, la violencia terminará. Esto no es fácil, y no es ningún secreto. Hay que ser realistas. Hace falta una propuesta política. Yo soy de la opinión de que hace falta un estado democrático para todos, y que si se crea un estado de Palestina, habrá más problemas.