lunes, 29 de septiembre de 2014

“El fenómeno de Al-Ándalus ha terminado radicalmente en el tiempo pero no en los imaginarios”

Son las 11:30 horas de la mañana, y el arabista Pedro Martínez Montávez (Jaén, 1933) me recibe en su casa del centro de Madrid. Mientras me preparo para comenzar la entrevista, me pregunta cuál es mi apellido. “Cano… ¿usted no tendrá parentesco con el teniente coronel Cano que me quiso expulsar de El Cairo allá por los años 50?”. Rápidamente nos enfrascamos en una conversación sobre el periodismo, la censura y la ética en la profesión. “Con 25 años trabajé como director de una revista del Centro Cultural Hispánico de El Cairo. En uno de los números publicamos una poesía de Rafael Alberti, comunista y exiliado. Si no hubiera sido por el Padre Zacarías Ramiro, me hubieran expulsado de inmediato de Egipto”, cuenta el arabista. El salón en el que nos encontramos está lleno de premios y reconocimientos a una vida entera dedicada al estudio del mundo árabe contemporáneo. Un mundo marcado en los últimos meses por el Estado Islámico y sus atrocidades. 

El arabista Pedro Martínez Montávez en su residencia de Madrid

 Pregunta: ¿Los que hacen llamarse Estado Islámico han llegado para quedarse?
Respuesta: “El llamado Estado Islámico, que en árabe se llama Daish, y que literalmente traducido es el Estado Islámico en Irak y Siria, aunque pueda parecer un hecho esencial, para mí no lo es. Es episódico y accidental. Creo que es un fenómeno muy oscuro y que, igual que ha llegado a las cotas más altas de actualidad, perderá parte de esa popularidad y dimensión adquirida en cualquier momento”.

P: ¿Tiene este grupo algo de estado o de islámico?
R: “Desde mi punto de vista no, aunque según ellos lo tienen todo. Es un grupo que no responde a ningún tipo de legalidad que podamos calificar como histórica. Sin embargo, sí puede ser interpretado desde otras perspectivas, como una reacción coyuntural de defensa de lo que, algunos entienden, puede ser la disminución de importancia que la población sunní ha experimentado frente a la chií”.

P: Estos días no paramos de leer titulares del estilo “El Estado Islámico sueña con reconquistar España”. ¿España o Al-Ándalus?
R: “Yo vengo repitiendo desde hace mucho tiempo que el fenómeno de Al-Ándalus ha terminado radicalmente en el tiempo pero no en los imaginarios. Y digo imaginarios, en plural, porque también existe en el imaginario español. Aquí o amamos mucho a Al-Ándalus, o lo odiamos. Evidentemente el imaginario árabe colectivo es mucho más fuerte. Y es que los árabes no distinguen entre Al-Ándalus y Andalucía. Me sorprende como, por ejemplo, en los medios de comunicación árabes se llama a la Junta de Andalucía “Junta de Al-Ándalus”. Hay una enorme tendencia a reducir Andalucía a Al-Ándalus. Incluso en estos medios, una y otra vez los inmigrantes que llegan en patera a nuestras costas llegan a Al-Ándalus y ni siquiera a España. El mundo árabe ve, por tanto, a Al-Ándalus como la gran gloria y la gran derrota. No se me escapa que en muchos grupos radicales esa visión de la necesaria recuperación del paraíso perdido existe. Pero es un enorme error de base y de visión para el presente y para el futuro. Si se quiere hacer una aproximación positiva a Al-Ándalus, debe hacerse desde un punto fundamentalmente cultural, y no dejarla reducida al plano político o de la aspiración”.

P: El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, habla de “grupo terrorista”, pero el Estado Islámico controla el territorio y tiene una administración económica, social y religiosa. ¿Es sólo eso, un grupo terrorista?
R: “La administración estadounidense maneja con gran facilidad los términos de terrorismo y terrorista. Los aplica como le parece según afecte a sus intereses, sin explicar ni por qué los pone, ni por qué los quita, además de crear grandes conceptos como “la lucha contra el terror”, sin saber exactamente a qué terror se refiere. Y hay cosas que me extrañan mucho. Por ejemplo, no se hace una morfología del terrorismo, ni se clarifican las diversas formas de terrorismo que hay. Y no sólo eso. Es que se le dan calificativos muy precisos, como el de islámico, con lo que cualquier persona puede deducir que todo el islam es terrorismo”.

P: ¿Pasa lo mismo con el uso de la palabra yihadismo?
R: “El término yihadismo se ha puesto de moda. Y se suele utilizar además en femenino, la yihad, cuando se debería decir el yihad, porque en árabe es un nombre masculino. Pero decir la yihad está actuando inmediatamente en el subconsciente de “la cruzada” contra lo islámico y, evidentemente, cala profundamente en las masas. Nadie trata de explicar que el término yihad es de una semántica muy amplia y profunda. Yo ahora no voy a entrar a explicar en profundidad pero, básicamente, lo que significa es la idea de esfuerzo. Un esfuerzo que los intérpretes radicales han entendido como el esfuerzo en el camino de Dios”.

P ¿Es inevitable que aflore el sentimiento islamófobo en Occidente?
R: “Ante toda esa avalancha de propaganda, sí, creo que es inevitable que lo que vamos a llamar las gentes sencillas sientan islamofobia. A las personas en Occidente se les ha trabajado mucho esa parte del imaginario, y es sumamente difícil convencerles de lo contrario. Primero, porque los hechos de pavor siguen ocurriendo; segundo, porque desconfían del musulmán, del que piensan que es un agente encubierto de cualquier grupo terrorista; y en última instancia, porque conocer a los seres humanos exige mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha dedicación, y eso no va con el mundo de ahora”. 

P:   Entonces, ¿es mejor no saber?
R: “No, para nada. Pero, evidentemente, ante el bombardeo de los medios de comunicación, la mayoría de las personas sí pensarán que es mejor no saber”. 

P: Hay voces críticas que creen que los representantes de la comunidad musulmana en España no han condenado públicamente los actos del Estado Islámico más allá de un breve escrito. ¿Qué opina?
R: “Creo que, si es así, es un error. Los grupos que se manifiestan por escrito tendrían que hacerlo de una manera más contundente y pública. Pero eso sí, hay que entender una cosa: ellos temen también las acciones que pueden tener esos grupos terroristas. Ellos conocen perfectamente que eso que podemos llamar las visiones radicalizadas del islam son bastante más extensas y numerosas de lo que podemos pensar”. 

P: ¿Hay miedo?
R: “Evidentemente, pero en parte está justificado. Yo he buscado siempre una interpretación civil, y no sólo civilizada, de la religión. Una interpretación de la relación que, entre otras cosas, acepta lo que podríamos llamar la dimensión temporal del hecho religioso. Con esto yo no digo que los mensajes religiosos son manipulables, pero sí son temporales, y tienen que buscar una readaptación al tiempo en el que viven las sociedades. Como decía un gran pensador islamólogo egipcio desaparecido hace poco, Nasr Hamid Abu Zayd, “el islam y el Corán es una polifonía, no es una sola voz”. Pero hay muchos musulmanes que no lo creen así, porque ven el mensaje religioso como una categoría absoluta, inmutable”.

P: ¿Son estáticas también las guerras? ¿Están hechas para perdurar en el tiempo?
R: “La experiencia y mis conocimientos me han enseñado que las guerras han existido siempre. Parece que guerra y humanidad son conceptos inseparables. Pero lo que ocurre en el Mashrek, en el Próximo-Medio Oriente, es que está en una sucesión de crisis desde hace más de un siglo. Yo siempre califico el siglo XX de esta zona del mundo como el siglo circular, porque comenzó como acabó. Comenzó con enfrentamientos internos y ha terminado con enfrentamientos internos. Y junto a todo esto, y desde mediados del siglo XX, esas cadenas de conflictos se intensifican. Y para que la gente vaya pensando un poco, porque yo no voy a dar explicaciones, que a nadie se le olvide que desde los años cuarenta y tantos comienza el proceso de fundación del Estado de Israel, y no es un hecho menor. Es curioso comprobar que los conflictos se reproducen, pero nunca tienen un término real, con lo cual el conflicto vuelve a reproducirse”. 

P: Por último, quería hablarle del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que dijo el pasado 19 de septiembre durante la Misión de España ante Naciones Unidas en Nueva York que “el califato del Estado Islámico que provocaba carcajadas en las medinas hace unos años es una amenaza real”. ¿No se veía venir?
R: “El llamado Estado Islámico, como grupo conformado dentro de Al Qaeda, era perfectamente conocido por las cancillerías occidentales, por la administración estadounidense y por Israel que, por cierto, posee uno de los mejores servicios secretos del mundo. Lo que el señor García-Margallo podría haber añadido es que no sólo provocaba carcajadas en las medinas, sino también en las cancillerías occidentales. Y no sé por qué el señor García-Margallo no ha añadido eso aunque, en cualquier caso, él sabe mucho más que yo”.



viernes, 19 de septiembre de 2014

Esto del periodismo no es lo que a mí me habían contado

El periodismo no es lo que yo creía. O, por lo menos, lo que había visto en películas, en series o, incluso, lo que me habían contado en la universidad mis profesores que, casualmente, jamás habían pisado una redacción.

El periodismo, a día de hoy, ni siquiera creo que sea como dicen ahora “de Estado”. Llevo sólo cinco años en esto, pero para mí el periodismo de ahora, el que leo y el que hago, es “de empresa”, “de negocios” y sobre todo, “de enchufe”.

Esta profesión que tanto hemos adornado de manera romántica, y me incluyo como la que más, se ha estereotipado. Parece que ser una “vieja gloria” o decir que has hecho o deshecho las lindezas de los nombres más destacados del panorama mediático, es suficiente para ejercer como periodista emérito sin ningún otro mérito que el de imponer por doquier.

Evidentemente hay excepciones que confirman la regla (y menos mal), pero me asusta que cada vez sean menos. Es inevitable preguntarse a dónde nos lleva todo esto, pero no sólo me refiero a las nuevas generaciones de periodistas, si no a la humanidad en general.

Los medios de comunicación son, como se suele decir, el “contrapoder” que tiene como objetivo destapar lo oculto y hacer llegar a lo más alto lo que nadie se atreve a decir. Pero, ¿qué pasa si los que mandan deciden hacer ese periodismo “de enchufe” que miente más que habla? ¿Qué debe hacer el periodista, claudicar o imponerse? Evidentemente todos diríamos que imponerse pero, al final, claudicar te asegura la nómina cada mes. Y ahí comienzan los problemas. Porque las facturas estarán pagadas, pero el proceso de declive de lo que tú considerabas “periodismo” ya es imparable.

Y es que ya todo vale. El intrusismo laboral, las malas prácticas, la cantidad por encima de la calidad, e incluso la inmediatez antes que la sensatez. No hago más que escuchar que no hay que buscar culpables, sino soluciones, pero es que no es así.  ¿Por qué tengo que ver como la profesión se colma de personas sin formación, mientras nos siguen vendiendo las “5 W” del periodismo como la base de nuestro trabajo? ¿Por qué ser periodista se está convirtiendo en sinónimo de “ver, oír y callar”?

No sabemos lo que tenemos, hasta que lo perdemos. Pero lo peor es echarlo de menos sin nunca haberlo tenido.