martes, 2 de diciembre de 2014

Ayoub El Hilali: “El error es que mezclamos el trabajo con la fe”

Ayoub El Hilali tiene tan sólo 25 años, pero ya es una de las caras más conocidas del panorama mediático en España. Hakim, el policía musulmán que acaba siendo un terrorista sin escrúpulos, y al que ha dado vida durante la primera temporada de la exitosa serie ‘El Príncipe’, en Telecinco, ha hecho de este catalán de origen marroquí uno de los embajadores de las nuevas generaciones de musulmanes españoles. Atalayar se entrevista con él para saber, entre otras cosas, qué opina de las críticas que ha recibido la serie por unir conceptos como Ceuta,  terrorismo e islam. Algo sobre lo que, asegura, nada tiene que ver con su Marruecos natal, donde “yo he visto series árabes que hablan de terrorismo y no pasa nada”. Mientras charlamos en una terraza del centro de Madrid, las miradas de los viandantes, e incluso una petición de un admirador para hacerse una foto con él, nos interrumpen de vez en cuando.


Ayoub El Hilali ha dado vida al personaje de Hakim
en "El Príncipe"
Pregunta: Acabáis de recibir un Premio Ondas a la mejor serie española. Sin embargo, hay muchas voces críticas que tachan a “El Príncipe” de alimentar los clichés contra el islam y los musulmanes. ¿Qué opina? 
Respuesta: “Lo respeto totalmente, pero yo hago mi trabajo. Para empezar es ficción, y con ojo crítico, -otra cosa es que la gente no quiera ver la realidad- creo que hay muchas cosas de la vida real que están reflejadas ahí y que, desde mi punto de vista, he visto que se asemejan a esa ficción”.
P: ¿Le llegan críticas personales por haber interpretado el papel de un policía musulmán y terrorista? 
R: “Sí, claro que me llegan, normalmente a través de las redes sociales. Yo respeto a todo el mundo, siempre que no me lo falten a mí, y de las críticas constructivas intento absorber todo lo positivo que me puedan aportar. Pero también me han llegado felicitaciones de compañeros, incluso de gente de Marruecos, de actores, de directores reconocidos a nivel internacional, que entienden lo que es interpretar, y que saben la responsabilidad que es estar en una serie en ‘prime time’ en España”.

P: Por lo que dice, ¿la gente es más abierta en Marruecos que en España?
R: “En Marruecos mi madre pone los canales de la antena parabólica, y yo estoy cansado de ver series con ella en las que el hermano es traficante, la madre fuma cachimba en casa... y la gente las ve con naturalidad, se mueren de ganas de que llegue la hora para ver su serie favorita, y no pasa nada. Lo que ocurre es que al ser un país occidental el que refleja eso, la connotación es que ‘los occidentales están hablando de nosotros’. Yo he visto series árabes que hablan de terrorismo, de chicas que han tenido que salir de sus casas y se han prostituido, de chicos que venden droga… y es lo más normal del mundo. Y son series que funcionan muy bien, no sólo en sus países, sino en todo el Magreb”.

P: Sus rasgos árabes, ¿supone estar encasillado en determinados papeles, como el de Hakim?
R: “Lamentablemente, sí. Soy consciente de que me toca cambiarlo porque soy la primera generación, tengo que aceptarlo y hacerlo muy bien para demostrar que sí, que puedo hacer de terrorista, pero que también tengo unas dotes interpretativas, y lo digo con toda la humildad del mundo, compatibles con el mercado, y que soy capaz de asumir un proyecto gordo como es ‘El Príncipe’”.

P: ¿Presiona, entonces, saber que es una cara visible de esa nueva generación de musulmanes españoles que lucha por estar presente en la sociedad de este país?
R: “Es una responsabilidad, pero no he sentido presión en ningún caso. Tengo muchos amigos, de muchos ámbitos artísticos, que están a favor y en contra de lo que yo hago, de mi trabajo como actor. Pero a pesar de que no les haya gustado algo, porque tienen sus ideales, independientemente de nuestras diferencias socio-artísticas -vamos a inventarnos este concepto-, lo que nos une es trabajar juntos y unidos para demostrar que nosotros también valemos -y otra vez estamos demostrando-, y que podemos hacer hueco a los que vengan”.

P: ¿Qué consejo daría a un joven musulmán que, como usted, tiene un sueño, pero que por ‘el qué dirán’ no se atreve a dar el paso?
R: “Tú cuando practicas el islam, lo practicas para ti, no lo practicas para demostrarle nada a nadie. Tú no vas a rezar para que tu padre te vea cómo rezas. Tu religión, independiente de la que sea, es para uno mismo, para tu corazón, y queda entre tú y tu Dios. Tu religión la llevas dentro y a tu manera, pero siempre respetando. Yo no soy el más indicado para hablar de estas cosas, pero lo poco que sé, me lo aplico. Sólo tengo que dar explicaciones a mi Dios”.

P. En este sentido, si le ofrecieran un papel con el que no estuviera seguro de cumplir con sus valores éticos, con su moral, ¿lo dejaría?
R: “Me ha pasado. El productor quería que lo hiciera yo, se ha negociado y se han quitado cosas. A mí me puede llegar un guión, y lo primero, es que eso es un personaje. Entonces, ¿qué voy a juzgar? ¿A ese personaje, que se llama Juan, -porque yo me llamo Ayoub- que es narcotraficante? O si tengo una secuencia de sexo con una chica. Pues hombre, puedo intentar negociar con el productor, a ver si podemos dejar la secuencia en un besito. Pero si no, pues tengo que trabajar. Es que ese es el error, que mezclamos el trabajo con la fe”.

P: ¿Cómo es ponerse en la piel de un policía que, además, es un terrorista? 
R: “Pues jodido, aunque la verdad es que ya he hecho de terrorista varias veces, así que sé montar y desmontar un arma o una bomba. Para hacer de policía sí he tenido formación con policías, pero para hacer de terrorista, por suerte, no he tenido que formarme con uno [risas]”. 
P: Ese papel ya lo tiene más que controlado, pero, ¿qué se siente cuándo se ven actuaciones violentas en nombre del islam? 
R: “Todas esas actuaciones las condeno, porque no están en mi criterio, ni en mis valores, ni en mis principios. No me siento nada identificado. Y es más, me duele, porque mancha la imagen del musulmán de a pie, el que se levanta por la mañana y sale a trabajar por sus hijos, por su familia”.

P: En el caso de su personaje de ‘El Príncipe’, se mueve entre dos aguas, entre el mundo de los cristianos y el de los musulmanes. ¿Es algo a lo que también se tiene que enfrentar en su vida real?
R: “Sí. En mi casa, a nivel cultural, es un ambiente, y cuando paso el portal es otro. Hablo en árabe con mis padres, y luego voy a clase y hablo y pienso en castellano. Y cuando voy a Marruecos, soy el español. Y en España soy el marroquí. Es como cuándo te preguntan, ‘¿Y tú de dónde eres?’, y respondes: ‘Soy de Barcelona, soy catalán’. Y, entonces, te dicen: ‘Es que esa cara…’. Pues lo entiendo, porque tengo rasgos, y con mucho orgullo”.

Entrevista publicada en Atalayar, entre dos orillas

viernes, 14 de noviembre de 2014

Jóvenes musulmanas españolas: “La islamofobia se define como un sentimiento de odio y de miedo”

Un grupo de locos que degüella a personas en nombre del islam, el eterno conflicto palestino-israelí o los ataques de un indiscriminado Bashar al-Asad sobre su pueblo, han hecho de la islamofobia un término cotidiano, pero también un sentimiento que resurge de sus cenizas, y que se asienta en los clichés más tradicionales de discriminación, opresión y terrorismo. Una situación que ha hecho que en las últimas semanas, musulmanes de todo el mundo hayan salido al paso con una campaña con la que bajo el lema “No en mi nombre” (“Not in my name”, en su mensaje original en inglés) han querido desbancarse de los continuos atentados del Estado Islámico en nombre del islam. Con todo esto, la palabra islamofobia podría traducirse como el rechazo o la hostilidad hacia el islam y los musulmanes. Un término que, por cierto, y pese a todo, aún no ha sido recogido en la recién estrenada vigésima tercera edición del Diccionario de la Real Academia Española. 

Tal vez esté equivocada, o tal vez no, pero presiento que a ese sentimiento de rechazo le hacen frente con más frecuencia las mujeres que los hombres, por la cuestión del hiyab y la visibilidad que tiene a la hora de identificarlas con su religión. Por eso llamo a la puerta de la Asociación de Chicas Musulmanas de España (Achime). En el centro de Madrid, y a pocos metros del Centro Cultural Islámico de la capital de España, me reciben chicas de entre 16 y 30 años en el local en el que realizan la mayor parte de sus actividades semanales, y en el que esa misma tarde hablarán de islamofobia. Casualidades de la vida. Todas llevan hiyab, y visten el mismo tipo de ropa que pueda llevar yo hoy: zapatillas, vaqueros y camiseta. Alrededor de una mesa llena de cuadernos y de bolígrafos, lanzo la primera pregunta: ¿la islamofobia es sólo desconocimiento, o hay algo más?

 
“La gente no se para a pensar”
“Yo creo que la islamofobia se define como un sentimiento de odio, de rechazo, pero también de miedo. La persona que lo siente, es porque cree que el islam pone en peligro sus valores, su modo de vida. Ese es el proceso mental que quiero creer que se produce”, asegura Naima, la veterana del grupo, y una de las fundadoras de la asociación.  Sara, estudiante universitaria, nos pone un ejemplo práctico desde el otro lado de la mesa. “Hace dos años, la revista 'National Geographic' dedicó un número especial al islam. Pues ocho artículos de diez eran sobre la mujer musulmana, sobre cómo El Corán hablaba del uso del burka y del matrimonio obligado. Los otros dos iban sobre la yihad. Obviamente, ya me dirás tú la información que hay”. 

Dina es estudiante de medicina. Mientras las demás opinan, ella escucha, y de vez en cuando niega con la cabeza. Cree que la decisión de ser contrario al islam, o no, es sólo responsabilidad de la persona en cuestión, y que poco más se puede hacer. “La gente no se para a pensar, muchas veces sólo creen lo que dicen los medios de comunicación y ya está”. No dudo en preguntar si, entonces, los musulmanes deben seguir justificándose bajo la campaña “No en mi nombre”, a raíz de la que, por cierto,  ha nacido otra, “Muslim apologies” (Disculpas de los musulmanes) que, de manera sarcástica, hace un llamamiento a los musulmanes del mundo para que dejen de pedir perdón por todo. Salta la chispa. “Yo creo que es algo que hay que hacer, pero también considero que es un error que sea el 80 por ciento de nuestros esfuerzos”, explica Sara. “Ahora la información está en Internet, en las redes sociales, donde este tipo de campañas tienen una visibilidad tremenda, y donde ser “trending topic” es todo un éxito. Es más de lo que podrían hacer un millón de folletos repartidos por la calle”, afirma. Mientras Sara habla, Naima, parece no estar de acuerdo. “No es que haya que seguir o no la campaña, es que es lo único que se puede hacer, porque no puedes ir persona por persona explicando que tú no vas cortando cabezas como el Estado Islámico. A mí me fastidia, y cada vez más, el “No en mi nombre” porque si tú, como no musulmana, no tienes que decir “No en mi nombre” porque personas maten a personas, ¿por qué tengo yo que decirlo porque personas que no conozco de nada estén matando a otras personas?”. La pregunta de Naima queda en el aire, sin respuesta, en un momento en el que se palpa la indignación, y en el que aprovecho para preguntar por otra cuestión: “¿Qué opináis de las últimas representaciones de los musulmanes en televisión?”. Todas ya saben a qué me refiero.
 
‘El Príncipe’ y los estereotipos del islam
La serie ‘El Príncipe’, ambientada en el barrio marginal ceutí que da nombre a la cinta, y la aparición de Shaima, la primera concursante musulmana de Gran Hermano, parece que ha rematado la imagen ya inmutable de los musulmanes en España. El ambiente se caldea y Dina vuelve a tomar la palabra. “La serie es que cumple con todos los requisitos: mujer reprimida y hermano terrorista”, asegura en tono irónico, mientras todas nos echamos a reír. “En Estados Unidos se hizo un 'reality' de musulmanes, vamos a decir normales, que no eran ni terroristas, ni cosas raras. Bueno, pues se retiró a causa de las protestas de los espectadores que acusaban al programa de no representar la realidad de los musulmanes”, explica rotunda. Y es que, es curioso como en el cine, la mujer musulmana es representada normalmente como una persona reprimida, controlada por los hombres de su familia, incapaz de formarse, ni de tener una vida propia. “En todas las películas en las que aparece una mujer musulmana, el final termina con ella quitándose el hiyab, ¡y siendo por fin liberada!”, apunta Sara, mientras todas asienten. “Y con el tema de Gran Hermano es un poco lo mismo. Una chica que no es muy practicante, con una historia familiar difícil y, justamente, del barrio de El Príncipe. Pues lo que piensas es que te toca volver a empezar, volver a explicar que el islam no es eso”, se lamenta Sara mientras noto que Marian, a mi lado, se remueve en su silla. Es una de las más jóvenes del grupo, pero, a sus 18 años, ya le ha tocado vivir lo que es tener que enfrentarse a los clichés que arrastra su religión. “En mi instituto, hemos leído varios libros y todos son historias de una pobre chica musulmana que se ha casado por obligación, y que al final se libera, se quita el hiyab y es feliz”. Estoy a punto de preguntarle si eso le repercute en su relación con sus compañeros, pero contesta antes de que pueda decirle nada. “Entonces, claro, cuando tu vas al instituto, el primer día no te lo preguntan, el segundo tampoco, pero el tercero se acercan y te dicen: “¿Tú llevas el pañuelo porque quieres?” Y aunque explicas que es una decisión propia, siempre piensan: “Pobrecita, no lo quiere decir”.
 
El hiyab, ¿símbolo del rechazo?
Llevamos casi una hora hablando, y esto en vez de una entrevista se ha convertido en una charla de mujeres que, si pudieran, arreglarían el mundo de un plumazo. Me atrevo a preguntar por qué provoca tanto rechazo el hiyab. Dina lo tiene claro: “Yo creo que eso pasa porque cuando la gente ve a una mujer musulmana, ve a las mujeres de Afganistán o de Arabia Saudí. El estereotipo del hiyab se ha creado porque la gente se empeña en que sea así”. Sara nos vuelve a dar un ejemplo de su día a día. “Una vez íbamos todas las chicas de Achime en bicicleta por Madrid, y yo llevaba una camiseta que ponía “I love Achime”. Al pasar junto a dos amigas, una le dice a la otra: “Mira lo que lleva escrito, ‘I love Islam’”. Entre carcajadas, Sara da con la respuesta: “Claro, vio una “I” y una “A”, ¡y salió islam!”. Estas jóvenes forman parte de una nueva generación de musulmanes que, a diferencia de sus padres, no han tenido que llegar a un país para sobrevivir. Muchas de ellas han nacido en España, son españolas, con sus derechos y sus obligaciones, y entre los que tienen muy claro está la lucha contra la islamofobia. Me quedo con la duda de si ese trabajo contra un sentimiento racista y xenófobo es posible. Naima no lo duda. “En Achime llevamos sólo dos años, pero notas que en cuanto la gente te conoce, ve cómo eres, cambia el chip y su visión de ti como musulmana es otra. Se nota en cuanto reservas una actividad de esquí de 2.500 euros, no tienen ni tu nombre, y te dicen que ya se lo pagarás. España tiene un ordenamiento jurídico que favorece la integración. Estamos en el principio de un proceso, y depende de lo que hagamos ahora, se iniciará el camino o volveremos para atrás”

jueves, 23 de octubre de 2014

“Lo que cosechamos ahora es lo que plantó el régimen de Gadafi”

Parece que fue ayer cuando las imágenes de un Gadafi amoratado, lleno de sangre y tendido en el suelo recorrían los informativos de todo el mundo como prueba irrefutable de que Libia había sido liberada. Aquello ocurrió el 20 de octubre de 2011. Tres años después, los libios se asoman al abismo de una guerra civil que, parece, no tiene marcha atrás. Con un Gobierno electo exiliado a la fuerza, y otro con tintes radicales asentado en Trípoli, Libia se ha convertido, para muchos, en un Estado fallido que, lejos de resurgir de sus cenizas, se ha hundido en el extremismo y en la corrupción. Llego antes de la hora, pero en la Embajada libia en Madrid lo tienen ya todo listo. Me da tiempo a sacar la grabadora y poco más, cuando el señor Mohamed Alfaqeeh Saleh, embajador de Libia en España, entra en el amplio salón en el que me preparo para comenzar la entrevista. Con nosotros estará un traductor. Me preguntan si quiero tomar algo, un té o un café. Deniego la amable invitación. El señor Alfaqeeh me cuenta que hay un dicho popular árabe que dice que el agua es un símbolo de buena esperanza en las relaciones entre las personas. Así que no lo dudo: “Tomaré agua, gracias”.
 
Foto:  Mohamed Alfaqeeh Saleh, embajador de Libia en España.
Pregunta: Se cumplen tres años de la muerte de Muamar Gadafi. Usted pasó casi diez años en la cárcel durante el régimen del dictador, simplemente, por tener una opinión propia. ¿Cómo ve a Libia en este tercer aniversario?
Respuesta: "El régimen de Gadafi fue dictatorial y tiránico. Perduró en el poder más de 40 años. Fue uno de los peores regímenes a todos los niveles; en el de la represión, la corrupción e, incluso, en el de la seguridad. A pesar de que ahora Libia atraviesa circunstancias muy difíciles y se enfrenta a la división y la ‘somalización’, a pesar de todo eso, no puedo decir que con Gadafi fue mejor. La mayoría de los problemas que sufrimos ahora vienen del régimen anterior; lo que cosechamos ahora es lo que plantó el régimen de Gadafi”.
 
P: Si la Organización de Naciones Unidas (ONU) formó parte del derrocamiento de Gadafi y ha hecho un seguimiento en la reconstrucción del país, ¿cómo ha llegado Libia a esta situación?
R: “Nosotros desde el principio hemos instando a la comunidad internacional a no dejar Libia hasta que no se reconstruyera el Estado. Y, sin embargo, los gobiernos influyentes del mundo no nos han escuchado. Creo que la ONU se ha precipitado en salir del país. Pero, le voy a explicar algo. A mí siempre me gusta diferenciar entre lo que es un dictador y lo que es un tirano. El primero construye un Estado y se apoya en él. Pero si el dictador cae, las instituciones siguen en pie. Sin embargo, en el caso del segundo, el Estado siempre gira a su alrededor, y si el tirano cae, el Estado cae con él. Esa es la diferencia entre lo que ocurrió en Túnez, en Egipto o, incluso, en España, con lo que ha pasado en Libia. Cuando cayó el régimen de Gadafi, el Estado se hundió, con lo que surgió un vacío de poder y de seguridad en la política y en las instituciones”.
 
P: Con todo ese vacío político, ¿ha dado tiempo a generar nuevos partidos capaces de gobernar Libia?
R: “La construcción de partidos políticos requiere tiempo. Por eso, ese vacío existente se ha ocupado con fuerzas políticas que ya estaban organizadas, como Hermanos Musulmanes, el Grupo Islámico Combatiente y los salafistas”.
 
P: ¿No es esta mezcla un tanto peligrosa?
R: “Estos tres grupos representan el islam político, y son sucursales de organizaciones internacionales que están apoyadas por grupos a nivel regional. Sin embargo, las fuerzas nacionalistas que podrían hacerles frente aún no estaban reconstruidas. Por eso, tuvieron la oportunidad de ocupar el vacío que había quedado. Esto es así en el aspecto político. Respecto a la cuestión de seguridad, el lugar fue ocupado por grupos milicianos que fueron formados tras el régimen de Gadafi. Cada grupo creaba su propia milicia. Incluso más de 15.000 presos, hablamos de criminales, fueron liberados metiéndoles en las milicias. Era una forma de evitar la vuelta a las cárceles”.
 
P: ¿Y quién paga las armas? Porque se señala a los países del Golfo Pérsico como los proveedores del armamento.
R: “En realidad, debemos explicar primero la situación libia para analizar la exposición exterior. Como el Estado no tenía ejército, ni policías, se intentaba unir a estos grupos para utilizarlos como tal. Se les pagaba incluso un sueldo para evitar que se dedicaran a la violencia o al robo. Era una medida provisional. Sin embargo, esos grupos armados impedían cualquier movimiento que rehiciera las instituciones. Sólo le digo que los combatientes que luchaban contra Gadafi no pasaban de 30.000 hombres, y que los milicianos, actualmente, son más de 200.000”.
 
P: El español Bernardino León, nombrado recientemente representante especial de la ONU para Libia, ha asegurado que “es urgente estabilizar el país [Libia], porque si no se convertirá en base del Estado Islámico”. ¿Esto puede pasar?
R: “Sí. La existencia de grandes cantidades de armas en el país y la presencia de muchos grupos armados, además de la división actual y la debilidad de las instituciones, conduce al mantenimiento de la anarquía. Y este es el escenario ideal para este tipo de grupos. Permite que el terrorismo se haga con el poder en el país”.
 
P: El ministro alemán de Ayuda al Desarrollo, Gerd Müller, acusa directamente a Catar de financiar al Estado Islámico. ¿Cree que Müller está en lo cierto?
R: “Claro que existen apoyos externos a este tipo de grupos para influir dentro del proceso político de Libia. Pero no sólo hay que hablar de Catar. Muchos países del Golfo Pérsico están intentando intervenir para tener influencia en el país. El mayor miedo es que el éxito del proceso democrático de transición en Libia pueda dejar al descubierto muchos otros regímenes de la región que quedarían en evidencia. Pero esta es una opinión personal”.
 
P:  Con todo esto, ¿cómo ve el futuro de su país?
R: “Veo que estamos ante un cruce de caminos. O se mantiene esta situación de anarquía y de crímenes, lo que puede conducirnos a una intervención militar internacional que tendría efectos nefastos para el país, o conseguimos reconstruir las instituciones del Estado rápidamente. Aunque, para que se dé este otro camino, tendría que producirse, al mismo tiempo, una reconciliación nacional y de diálogo, y la reducción de las fuerzas de las milicias. Estos serían tres puntos que deberían ir en paralelo. Si conseguimos con la mayor brevedad posible reconducir estas tres direcciones, podríamos recuperar el país”.
 
P: Pablo Iglesias, eurodiputado y líder del partido Podemos, denunció hace unos días ante el Parlamento Europeo, que tanto la ONU como la Unión Europea (UE) intervinieron militarmente en Libia durante el gobierno de Gadafi por intereses puramente económicos y no para ayudar a la población civil. En concreto, Iglesias describió aquel momento como “el tiempo en el que Gadafi financiaba la campaña electoral de Sarkozy y regalaba caballos a José María Aznar”. ¿Está de acuerdo?
R: “Es una buena pregunta. Desde luego que los países occidentales o Estados Unidos se mueven por sus intereses. Cuando Gadafi tenía mano de hierro en Libia todos trataban con él. Pero cuando empezaron a ver que el suelo se tambaleaba a sus pies, y que no le queda mucho tiempo en el poder, se dieron cuenta de que la guerra se recrudecía y de que aumentarían las matanzas, lo que podía conducir a un mayor nivel de terrorismo. Por eso se pusieron de parte del pueblo. Y reitero que lo hicieron defendiendo sus propios intereses”.
 
P: Sabe que no todo el mundo es tan sincero, ¿verdad?
R: “Bueno, nosotros decimos lo que pensamos”.
 
P: La cumbre sobre la crisis de Libia que tuvo lugar en septiembre en Madrid, descartó una solución militar y abogó por el diálogo. Sin embargo, Francia está convencida de que es necesario intervenir. ¿Qué opina?
R: “Yo no creo que Francia esté animada a intervenir. Lo que ocurre es que tiene miedo de que lo que está viviendo Libia se contagie a los países del sur de África de lengua francófona. Por eso, su temor es mayor que el de otros países. La intervención militar está regulada en un acuerdo internacional que marca las condiciones que se tienen que dar para que eso pase, y la intervención sería la última opción”.
 
P: ¿Cómo describiría el papel que está jugando España en el conflicto libio?
R: “España es considera por Libia como uno de los países más importantes en la región, sobre todo en materia de seguridad del Mediterráneo, tanto en el plano económico como estratégico. Además, España tiene una gran experiencia  en el proceso de transiciones políticas, y para nosotros está haciendo un papel muy positivo con el objetivo de ayudarnos a pasar esta página negra de la historia de nuestro país”.
 
P: Para terminar, tengo que preguntarle qué tipo de Gobierno cree que le espera a Libia, ¿islámico o islamista?
R: “Libia es un pueblo musulmán, que tiene su cultura islámica y su religión musulmana, y que siempre ha adoptado una postura moderada. Los grupos islamistas son grupos políticos que quieren politizar, ideologizar la religión. En los tres procesos electorales que han tenido lugar en el país, dos terceras partes del electorado siempre han estado a favor del proceso democrático libio, mientras que el proyecto islamista ha tenido un apoyo ínfimo. Lo que ocurrió el pasado mes de junio es que el islam político, al no tener apoyo popular, utilizó la fuerza para imponer su propia ideología. Desde aquí pedimos a nuestros amigos en el mundo, y por supuesto a España, que entiendan a la población libia, y que se opongan a los que quieren imponernos una nueva dictadura y un régimen tiránico”.

 

viernes, 10 de octubre de 2014

“En un mundo global como en el que vivimos ahora, acabar con el ébola es responsabilidad de todos”

El primer caso de contagio de ébola en Europa producido en España, ha abierto en los últimos días los informativos de medio mundo, en un alarde de alarmismo y de terror que poco o nada ha tenido que ver con la cobertura informativa sobre los 7.200 infectados que hay en África Occidental, o sobre las más de 3.330 personas que han muerto a causa de la enfermedad. Ante un mundo que estos días tiene puestos los ojos en la Europa rica y desarrollada, Atalayar ha querido mirar a la región occidental de un continente, África, que pese a tener un sistema sanitario colapsado y una situación económica precaria, lucha por acabar con un brote de ébola que cruza fronteras, y que ya ha dejado miles de “huérfanos del ébola”: niños a los que el virus ha arrebatado a sus padres, y que son repudiados por una sociedad que teme ser contagiada. Hablamos con Blanca Carazo, responsable de proyectos de cooperación de UNICEF Comité Español. 
 
Blanca Carazo, responsable de proyectos de
cooperación de UNICEF Comité Español / Foto: UNICEF. 
Pregunta: ¿Rechazan las familias a los niños por miedo al contagio? 
Respuesta: “Sí. Ahora mismo tenemos contabilizados 3.700 niños que han quedado huérfanos por el ébola y que, además, están sufriendo cierto estigma y rechazo por sus familias o, incluso, por sus comunidades, porque al haber estado en contacto con personas que han muerto de ébola, se teme que ellos puedan contagiar la enfermedad”. 
 
P: ¿Cómo se actúa ante una situación así?  
R: “En Sierra Leona, uno de los tres países de África Occidental más afectados junto con Liberia y Guinea, ha comenzado una iniciativa en la que las personas que han sobrevivido al ébola, están siendo formadas para acompañar a los niños que están en centros de aislamiento. Y es que, si estos niños han estado en contacto con la enfermedad, se les aísla por un periodo de 21 días en unos lugares donde no pueden tener contacto con nadie, ni siquiera un abrazo, y donde las únicas visitas son las del equipo médico cubierto de pies a cabeza. Esto para un niño es una experiencia muy traumática. Después, normalmente estos pequeños son dirigidos a instituciones o a familias de acogida. Una vez que se les hace el test del ébola y sale negativo, hay que hacer entender a sus familias que no son un riesgo y que necesitan todo el cariño y toda la protección posible”. 
 
P: ¿Es posible dar esa protección con un sistema de salud colapsado? 
R: “Hace poco nos llegó la historia de una mamá que estaba a punto de dar a luz, y en ningún centro de salud la pudieron atender. Su bebé murió, se trataba de un parto complicado. Y también escuché, hace poco, una frase que decía que “está muriendo gente de ébola sin tener ébola”. Ahora estamos viendo que hay riesgo real de que aumente la mortalidad infantil y materna. Y es que hay niños que no están recibiendo atención para enfermedades que son la principal causa de mortalidad infantil en estos países. Un niño enfermo de malaria no recibe la medicación necesaria porque, a causa del ébola, los médicos no dan abasto. Incluso, en otros casos, las familias tienen miedo de llevar al centro de salud a su hijo porque piensan que allí se va a contagiar del ébola”. 
 
P: Ante el brote del virus en Europa, ¿cree que la lucha por su erradicación ha dejado, de repente, de ser un tema sólo de África? 
R: “En un mundo global, como en el que vivimos ahora, acabar con el ébola, como con muchas otras enfermedades, es responsabilidad de todos. Prácticamente, todos los países del mundo han firmado la Convención sobre los Derechos del Niño, y eso supone que se han hecho responsables de proteger los derechos de los niños en todo el mundo. El ébola es una amenaza contra el derecho a la salud y al desarrollo, por lo que creo que sí, es una cuestión de todos. Y la prueba está, además, en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado la situación del ébola en esta zona del mundo como una emergencia de nivel máximo a nivel global, y la Organización de Naciones Unidas (ONU), por primera vez, ha creado una misión para responder a una emergencia sanitaria”.  
 
P: ¿Está concienciada, entonces, la comunidad internacional de la grave situación que el ébola está causando en África Occidental? 
R: “Sí es verdad que a nivel de Europa o de Estados Unidos es una pena, pero el hecho de ver a una persona de tu país afectada, hace sentir todo esto como algo más grave o más real. Este brote de ébola es muy inusual porque, hasta ahora, los brotes que se habían dado estaban concentrados en un área geográfica restringida, y habían tenido un pico de mucha intensidad que, después, se había controlado. Por eso, en este brote la gran diferencia ha sido el momento en que se ha comenzado a traspasar fronteras, incluso dentro de África. En cierto modo, creo que ha sido un poco sorpresivo, y que ha habido una reacción algo tardía. Falta mucho por hacer”.  
 
P: Con todo esto, ¿se puede vivir en el corazón del brote del ébola? 
R: “Lo que está suponiendo esta enfermedad en Guinea, Liberia y Sierra Leona es un impacto muy fuerte en la vida diaria de las personas. El ébola infunde muchos miedos, y también muchos mitos, que hacen que uno crea que se puede contagiar en cualquier momento. Incluso este temor está modificando la relación de las personas. Por ejemplo, en África Occidental la gente suele saludarse con bastante contacto físico, con abrazos o apretones de manos, con besos… y ahora, a nivel formal, la gente evita ese apretón de manos y hace un choque de codos, con las mangas, para evitar el contacto”.  
 
P: ¿Tanto es el temor de la población? 
R: “El tema del miedo condiciona mucho. Hay niños que están dejando de ir a la escuela para evitar el contacto con otros niños. Y también pasa a nivel socioeconómico. El tema del cierre de las fronteras en estos países, que funcionan mucho con el comercio, está limitando la actividad económica y la generación de ingresos en una economía que es muy de subsistencia, de conseguir dinero para comer esa semana o ese día”.  
 
P: ¿Se niega la gente a creer que el ébola existe? 
R: “El ébola da miedo aquí y allí. Desde el principio, UNICEF se ha planteado que la lucha contra la enfermedad estaba en dos frentes: suministros de protección e información. Y sobre esto último, explicar en qué consiste el ébola para que las personas afectadas acudan a los centros de salud. En Sierra Leona, a finales de septiembre, el Gobierno decretó tres días en los que todas las familias tenían que estar en sus casas. Se movilizaron 30.000 personas que fueron casa por casa explicando todo lo relacionado con el ébola, y entregando jabón y cloro, porque lavarse las manos con asiduidad reduce mucho el contagio. Hay ciertas medidas que se pueden tomar, y esto es lo que las familias tienen que entender. Es la única manera de no tener ese miedo constante”. 
 
P: Además, UNICEF reparte kits de protección del hogar, ¿en qué consisten? 
R: “Básicamente llevan material de protección para las familias que cuiden de otra persona que pueda tener ébola. Estos kits llevan el jabón y cloro que comentábamos, y que son elementos muy sencillos, pero que ayudan mucho a prevenir el contagio, y también guantes, mascarillas y cubos para favorecer la higiene de la persona que pueda estar infectada”.  
 
P: En países con tantas carencias, ¿se pueden respetar los protocolos de actuación? 
R: “Hay protocolos que son importantísimos y que, además, son difíciles de implementar, porque de alguna manera chocan con la cultura de la población local. Por ejemplo, en Liberia y Sierra Leona la tradición es que cuando alguien de la familia muere, se le despide tocando a la persona. En el caso de alguien que haya fallecido por ébola eso puede ser muy peligroso. Por eso, hacer cumplir los protocolos es algo que requiere de firmeza y, a la vez, de sensibilidad, para saber transmitir este tipo de necesidad y que las familias lo sientan de la manera menos agresiva posible. No es fácil, pero es imprescindible”.  
 
P: Por último, ¿podemos lanzar un mensaje de optimismo? ¿El ébola, se puede controlar? 
R: “Eso espero. Sí es verdad que lo que todos los expertos afirman que, ahora, estamos en el momento de subida, por lo que los casos de personas infectadas por ébola seguirán aumentando. Esperemos que se pueda controlar, que haya un descenso y que se pueda erradicar. A veces parece que entramos en una actitud un poco derrotista, pero, dentro de que esto es algo grave y de que necesita una intervención urgente, hay que decir que mucha gente se está sobreponiendo a la enfermedad. En otros brotes de ébola la tasa de mortalidad estaba en torno a un 70 por ciento, y ahora estamos hablando de un 51-52 por ciento. Tenemos historias de niños que lo han conseguido, que han acabado con el ébola. Como Howayou, de 3 años, y su hermano Amaou, de 4 años. Sus padres murieron a causa del ébola en Sierra Leona, pero ellos posan en sus fotografías levantando el dedo y haciendo el signo de la victoria. Se puede hacer algo, pero tenemos que hacerlo ya”. 

lunes, 29 de septiembre de 2014

“El fenómeno de Al-Ándalus ha terminado radicalmente en el tiempo pero no en los imaginarios”

Son las 11:30 horas de la mañana, y el arabista Pedro Martínez Montávez (Jaén, 1933) me recibe en su casa del centro de Madrid. Mientras me preparo para comenzar la entrevista, me pregunta cuál es mi apellido. “Cano… ¿usted no tendrá parentesco con el teniente coronel Cano que me quiso expulsar de El Cairo allá por los años 50?”. Rápidamente nos enfrascamos en una conversación sobre el periodismo, la censura y la ética en la profesión. “Con 25 años trabajé como director de una revista del Centro Cultural Hispánico de El Cairo. En uno de los números publicamos una poesía de Rafael Alberti, comunista y exiliado. Si no hubiera sido por el Padre Zacarías Ramiro, me hubieran expulsado de inmediato de Egipto”, cuenta el arabista. El salón en el que nos encontramos está lleno de premios y reconocimientos a una vida entera dedicada al estudio del mundo árabe contemporáneo. Un mundo marcado en los últimos meses por el Estado Islámico y sus atrocidades. 

El arabista Pedro Martínez Montávez en su residencia de Madrid

 Pregunta: ¿Los que hacen llamarse Estado Islámico han llegado para quedarse?
Respuesta: “El llamado Estado Islámico, que en árabe se llama Daish, y que literalmente traducido es el Estado Islámico en Irak y Siria, aunque pueda parecer un hecho esencial, para mí no lo es. Es episódico y accidental. Creo que es un fenómeno muy oscuro y que, igual que ha llegado a las cotas más altas de actualidad, perderá parte de esa popularidad y dimensión adquirida en cualquier momento”.

P: ¿Tiene este grupo algo de estado o de islámico?
R: “Desde mi punto de vista no, aunque según ellos lo tienen todo. Es un grupo que no responde a ningún tipo de legalidad que podamos calificar como histórica. Sin embargo, sí puede ser interpretado desde otras perspectivas, como una reacción coyuntural de defensa de lo que, algunos entienden, puede ser la disminución de importancia que la población sunní ha experimentado frente a la chií”.

P: Estos días no paramos de leer titulares del estilo “El Estado Islámico sueña con reconquistar España”. ¿España o Al-Ándalus?
R: “Yo vengo repitiendo desde hace mucho tiempo que el fenómeno de Al-Ándalus ha terminado radicalmente en el tiempo pero no en los imaginarios. Y digo imaginarios, en plural, porque también existe en el imaginario español. Aquí o amamos mucho a Al-Ándalus, o lo odiamos. Evidentemente el imaginario árabe colectivo es mucho más fuerte. Y es que los árabes no distinguen entre Al-Ándalus y Andalucía. Me sorprende como, por ejemplo, en los medios de comunicación árabes se llama a la Junta de Andalucía “Junta de Al-Ándalus”. Hay una enorme tendencia a reducir Andalucía a Al-Ándalus. Incluso en estos medios, una y otra vez los inmigrantes que llegan en patera a nuestras costas llegan a Al-Ándalus y ni siquiera a España. El mundo árabe ve, por tanto, a Al-Ándalus como la gran gloria y la gran derrota. No se me escapa que en muchos grupos radicales esa visión de la necesaria recuperación del paraíso perdido existe. Pero es un enorme error de base y de visión para el presente y para el futuro. Si se quiere hacer una aproximación positiva a Al-Ándalus, debe hacerse desde un punto fundamentalmente cultural, y no dejarla reducida al plano político o de la aspiración”.

P: El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, habla de “grupo terrorista”, pero el Estado Islámico controla el territorio y tiene una administración económica, social y religiosa. ¿Es sólo eso, un grupo terrorista?
R: “La administración estadounidense maneja con gran facilidad los términos de terrorismo y terrorista. Los aplica como le parece según afecte a sus intereses, sin explicar ni por qué los pone, ni por qué los quita, además de crear grandes conceptos como “la lucha contra el terror”, sin saber exactamente a qué terror se refiere. Y hay cosas que me extrañan mucho. Por ejemplo, no se hace una morfología del terrorismo, ni se clarifican las diversas formas de terrorismo que hay. Y no sólo eso. Es que se le dan calificativos muy precisos, como el de islámico, con lo que cualquier persona puede deducir que todo el islam es terrorismo”.

P: ¿Pasa lo mismo con el uso de la palabra yihadismo?
R: “El término yihadismo se ha puesto de moda. Y se suele utilizar además en femenino, la yihad, cuando se debería decir el yihad, porque en árabe es un nombre masculino. Pero decir la yihad está actuando inmediatamente en el subconsciente de “la cruzada” contra lo islámico y, evidentemente, cala profundamente en las masas. Nadie trata de explicar que el término yihad es de una semántica muy amplia y profunda. Yo ahora no voy a entrar a explicar en profundidad pero, básicamente, lo que significa es la idea de esfuerzo. Un esfuerzo que los intérpretes radicales han entendido como el esfuerzo en el camino de Dios”.

P ¿Es inevitable que aflore el sentimiento islamófobo en Occidente?
R: “Ante toda esa avalancha de propaganda, sí, creo que es inevitable que lo que vamos a llamar las gentes sencillas sientan islamofobia. A las personas en Occidente se les ha trabajado mucho esa parte del imaginario, y es sumamente difícil convencerles de lo contrario. Primero, porque los hechos de pavor siguen ocurriendo; segundo, porque desconfían del musulmán, del que piensan que es un agente encubierto de cualquier grupo terrorista; y en última instancia, porque conocer a los seres humanos exige mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha dedicación, y eso no va con el mundo de ahora”. 

P:   Entonces, ¿es mejor no saber?
R: “No, para nada. Pero, evidentemente, ante el bombardeo de los medios de comunicación, la mayoría de las personas sí pensarán que es mejor no saber”. 

P: Hay voces críticas que creen que los representantes de la comunidad musulmana en España no han condenado públicamente los actos del Estado Islámico más allá de un breve escrito. ¿Qué opina?
R: “Creo que, si es así, es un error. Los grupos que se manifiestan por escrito tendrían que hacerlo de una manera más contundente y pública. Pero eso sí, hay que entender una cosa: ellos temen también las acciones que pueden tener esos grupos terroristas. Ellos conocen perfectamente que eso que podemos llamar las visiones radicalizadas del islam son bastante más extensas y numerosas de lo que podemos pensar”. 

P: ¿Hay miedo?
R: “Evidentemente, pero en parte está justificado. Yo he buscado siempre una interpretación civil, y no sólo civilizada, de la religión. Una interpretación de la relación que, entre otras cosas, acepta lo que podríamos llamar la dimensión temporal del hecho religioso. Con esto yo no digo que los mensajes religiosos son manipulables, pero sí son temporales, y tienen que buscar una readaptación al tiempo en el que viven las sociedades. Como decía un gran pensador islamólogo egipcio desaparecido hace poco, Nasr Hamid Abu Zayd, “el islam y el Corán es una polifonía, no es una sola voz”. Pero hay muchos musulmanes que no lo creen así, porque ven el mensaje religioso como una categoría absoluta, inmutable”.

P: ¿Son estáticas también las guerras? ¿Están hechas para perdurar en el tiempo?
R: “La experiencia y mis conocimientos me han enseñado que las guerras han existido siempre. Parece que guerra y humanidad son conceptos inseparables. Pero lo que ocurre en el Mashrek, en el Próximo-Medio Oriente, es que está en una sucesión de crisis desde hace más de un siglo. Yo siempre califico el siglo XX de esta zona del mundo como el siglo circular, porque comenzó como acabó. Comenzó con enfrentamientos internos y ha terminado con enfrentamientos internos. Y junto a todo esto, y desde mediados del siglo XX, esas cadenas de conflictos se intensifican. Y para que la gente vaya pensando un poco, porque yo no voy a dar explicaciones, que a nadie se le olvide que desde los años cuarenta y tantos comienza el proceso de fundación del Estado de Israel, y no es un hecho menor. Es curioso comprobar que los conflictos se reproducen, pero nunca tienen un término real, con lo cual el conflicto vuelve a reproducirse”. 

P: Por último, quería hablarle del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que dijo el pasado 19 de septiembre durante la Misión de España ante Naciones Unidas en Nueva York que “el califato del Estado Islámico que provocaba carcajadas en las medinas hace unos años es una amenaza real”. ¿No se veía venir?
R: “El llamado Estado Islámico, como grupo conformado dentro de Al Qaeda, era perfectamente conocido por las cancillerías occidentales, por la administración estadounidense y por Israel que, por cierto, posee uno de los mejores servicios secretos del mundo. Lo que el señor García-Margallo podría haber añadido es que no sólo provocaba carcajadas en las medinas, sino también en las cancillerías occidentales. Y no sé por qué el señor García-Margallo no ha añadido eso aunque, en cualquier caso, él sabe mucho más que yo”.



viernes, 19 de septiembre de 2014

Esto del periodismo no es lo que a mí me habían contado

El periodismo no es lo que yo creía. O, por lo menos, lo que había visto en películas, en series o, incluso, lo que me habían contado en la universidad mis profesores que, casualmente, jamás habían pisado una redacción.

El periodismo, a día de hoy, ni siquiera creo que sea como dicen ahora “de Estado”. Llevo sólo cinco años en esto, pero para mí el periodismo de ahora, el que leo y el que hago, es “de empresa”, “de negocios” y sobre todo, “de enchufe”.

Esta profesión que tanto hemos adornado de manera romántica, y me incluyo como la que más, se ha estereotipado. Parece que ser una “vieja gloria” o decir que has hecho o deshecho las lindezas de los nombres más destacados del panorama mediático, es suficiente para ejercer como periodista emérito sin ningún otro mérito que el de imponer por doquier.

Evidentemente hay excepciones que confirman la regla (y menos mal), pero me asusta que cada vez sean menos. Es inevitable preguntarse a dónde nos lleva todo esto, pero no sólo me refiero a las nuevas generaciones de periodistas, si no a la humanidad en general.

Los medios de comunicación son, como se suele decir, el “contrapoder” que tiene como objetivo destapar lo oculto y hacer llegar a lo más alto lo que nadie se atreve a decir. Pero, ¿qué pasa si los que mandan deciden hacer ese periodismo “de enchufe” que miente más que habla? ¿Qué debe hacer el periodista, claudicar o imponerse? Evidentemente todos diríamos que imponerse pero, al final, claudicar te asegura la nómina cada mes. Y ahí comienzan los problemas. Porque las facturas estarán pagadas, pero el proceso de declive de lo que tú considerabas “periodismo” ya es imparable.

Y es que ya todo vale. El intrusismo laboral, las malas prácticas, la cantidad por encima de la calidad, e incluso la inmediatez antes que la sensatez. No hago más que escuchar que no hay que buscar culpables, sino soluciones, pero es que no es así.  ¿Por qué tengo que ver como la profesión se colma de personas sin formación, mientras nos siguen vendiendo las “5 W” del periodismo como la base de nuestro trabajo? ¿Por qué ser periodista se está convirtiendo en sinónimo de “ver, oír y callar”?

No sabemos lo que tenemos, hasta que lo perdemos. Pero lo peor es echarlo de menos sin nunca haberlo tenido.


miércoles, 13 de agosto de 2014

Luz verde a Repsol para que busque petróleo en Canarias

Repsol puede comenzar a realizar sondeos exploratorios en Canarias con el objetivo de buscar hidrocarburos. El Ministerio de Industria autoriza así a la compañía a que comience las maniobras que podrán desarrollarse durante los próximos tres años. 

En cuanto a los sondeos, Industria permite que sean hasta tres las ocasiones en que Repsol realice dichos rastreos en aguas del océano Atlántico frente a las costas de las islas de Fuerteventura y Lanzarote. Eso sí, con unos gastos de 60 millones de euros en concepto de seguro civil y riesgos ambientales, que se contabilizan en 40 y 20 millones de euros, respectivamente. 


Así se declara en el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicado este miércoles 13 de agosto, en una de la Resolución de la Dirección General de Política Energética y Minas, por la que se autoriza a Repsol Investigaciones Petrolíferas SA la ejecución de “dos sondeos, más uno contingente a los resultados de los dos primeros”. La compañía deberá remitir en un plazo máximo de 6 meses a la realización de cada operación todos los informes sobre el mismo. 

Curiosamente, según el propio BOE “Sandia-1X” y “Chirimoya-1X” serán los dos primeros sondeos que se llevarán a cabo a una distancia mínima de la costa de 55,5 kilómetros la primera, 50 kilómetros la segunda, y a una profundidad de 3.170 metros y 3.000 metros, estando previsto el tercer sondeo “Zanahoria-1” también a 55,5 kilómetros de distancia de las costas, pero a una profundidad muy superior de 6.900 metros.  

Para comenzar a trabajar, Repsol también tendrá que instalar tanto en Lanzarote como en Fuerteventura un sistema de monitorización de la sismicidad, que permita captar cualquier sismo que pueda ser producido a causa de las perforaciones, que tanga un radio de referencia con respecto a la situación del epicentro a 20 kilómetros. Además, se establece que se pararán las perforaciones en el caso de que se registre sismicidad natural de magnitud superior 4,5 grados en la escala de Richter con un epicentro en un radio de 75 kilómetros, o en el que caso de que se amenace de daño a las personas, a bienes o al medioambiente. 

Queda así puesta en marcha la autorización aprobada en marzo de 2012 por el Consejo de Ministros para que Repsol comience unas prospecciones que han sido llevadas hasta el Tribunal Supremo por diferentes organizaciones ecologistas, y fuertemente rechazadas por el Gobierno canario, y por los cabildos de Lanzarote y Fuerteventura.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Boicot en Atocha a la marca cosmética Premier fabricada en territorios palestinos ocupados


Nos enterábamos a través de Twitter hace tan sólo unos minutos. Los activistas del grupo local de Madrid BDS que apoya la campaña internacional palestina de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra el Estado sionista ha actuado esta misma tarde en la estación de Atocha de Madrid contra una tienda de la marca cosmética Premier, producida en territorios palestinos ocupados. 



Los productos cosméticos de esta marca se comercializan, según aseguran BDS “en puestos situados en las estaciones de Atocha en Madrid y Sants en Barcelona, cuya gestión es responsabilidad de la empresa ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias)”. 

Con carteles con mensajes como “Tan sólo otra palestina más asesinada” o “¿Vas a comprar genocidio?” una decena de activistas se han manifestado con el apoyo de los transeúntes al grito de “Boicot Israel”, según afirman en su cuenta de Twitter.

69 años después del lanzamiento de la bomba atómica de Hiroshima siguen muriendo japoneses

Hoy se ha conmemorado en la ciudad japonesa de Hiroshima el 69º aniversario del lanzamiento por parte de Estados Unidos de la bomba nuclear más mortífera y letal de la historia de la Humanidad. 

Con un minuto de silencio, más de 45.000 japoneses han querido rendir homenaje bajo la lluvia a las 292.325 personas que fueron aniquiladas por “Little Boy”, la bomba atómica lanzada el 6 de agosto de 1945 sobre Hiroshima, y que ponía fin, junto a la segunda detonación de la bomba “Fat Man” el 9 de agosto sobre Nagasaki, a la II Guerra Mundial. 

 292.325 inocentes que no sólo murieron en el momento de la deflagración. 69 años después, los hibakusha, como son conocidos en Japón los supervivientes de aquel ataque nuclear, han seguido luchando contra unas secuelas físicas incontrolables, que tan sólo el año pasado acabaron con la vida de otros 5.507. Durante la ceremonia, el alcalde de la ciudad, Kazumi Matsui, ha pedido a todos los dirigentes mundiales que se produzca un desarme total de los países que posean armamento nuclear. 

A las 8:15 hora local, y coincidiendo con la hora exacta del lanzamiento de la bomba por parte de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, Hisorshima guardaba un minuto de silencio en el Parque de la Paz, muy cerca del lugar central de la explosión. Un listado con los nombres de las 292.325 víctimas ubicado en el interior de un monumento en el parque, también ha formado parte de una mañana marcada por las lágrimas y el dolor. 

Sólo en el mes de marzo del año pasado se contabilizaron 192.719 afectados por la bomba atómica en todo el país. 9.060 murieron. 

Tal como reza la declaración de paz leída hoy por el alcalde Matsui, “para no olvidar el sacrificio y evitar que se repita la tragedia, por favor, escuchen las voces de los supervivientes”. ¿O es que no hemos aprendido nada?

Artículo publicado en Córdoba Internacional TV