El periodismo no es lo que yo
creía. O, por lo menos, lo que había visto en películas, en series o, incluso,
lo que me habían contado en la universidad mis profesores que, casualmente,
jamás habían pisado una redacción.
El periodismo, a día de hoy, ni siquiera
creo que sea como dicen ahora “de Estado”. Llevo sólo cinco años en esto, pero
para mí el periodismo de ahora, el que leo y el que hago, es “de empresa”, “de
negocios” y sobre todo, “de enchufe”.
Esta profesión que tanto hemos
adornado de manera romántica, y me incluyo como la que más, se ha
estereotipado. Parece que ser una “vieja gloria” o decir que has hecho o
deshecho las lindezas de los nombres más destacados del panorama mediático, es
suficiente para ejercer como periodista emérito sin ningún otro mérito que el
de imponer por doquier.
Evidentemente hay excepciones que
confirman la regla (y menos mal), pero me asusta que cada vez sean menos. Es
inevitable preguntarse a dónde nos lleva todo esto, pero no sólo me refiero a
las nuevas generaciones de periodistas, si no a la humanidad en general.
Los medios de comunicación son,
como se suele decir, el “contrapoder” que tiene como objetivo destapar lo
oculto y hacer llegar a lo más alto lo que nadie se atreve a decir. Pero, ¿qué
pasa si los que mandan deciden hacer ese periodismo “de enchufe” que miente más
que habla? ¿Qué debe hacer el periodista, claudicar o imponerse? Evidentemente
todos diríamos que imponerse pero, al final, claudicar te asegura la nómina
cada mes. Y ahí comienzan los problemas. Porque las facturas estarán pagadas,
pero el proceso de declive de lo que tú considerabas “periodismo” ya es
imparable.
Y es que ya todo vale. El
intrusismo laboral, las malas prácticas, la cantidad por encima de la calidad,
e incluso la inmediatez antes que la sensatez. No hago más que escuchar que no
hay que buscar culpables, sino soluciones, pero es que no es así. ¿Por qué tengo que ver como la profesión se
colma de personas sin formación, mientras nos siguen vendiendo las “5 W” del
periodismo como la base de nuestro trabajo? ¿Por qué ser periodista se está
convirtiendo en sinónimo de “ver, oír y callar”?
No sabemos lo que tenemos, hasta
que lo perdemos. Pero lo peor es echarlo de menos sin nunca haberlo tenido.
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