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Foto: puntoencuentrocomplutense.es |
Cuántos unos de julio de nervios,
de no saber muy bien a lo que vas, ni lo que esperas. De desconocer por completo qué compañeros
tendrás, qué podrás hacer, y lo más importante: cómo será tu jefe. ¿O jefa?
El 1 de julio debería ser
nombrado oficialmente como el “Día del Becario”. Ese día en el que cientos de recién
licenciados, estudiantes de último curso y, ahora por desgracia,
requetelicenciados -e incluso doctores- cruzan los dedos esperando que las
prácticas que empiezan puedan ser un trampolín hacia el empleo soñado. Y en el
caso de los periodistas: de trabajar en el medio soñado. Pero nada más lejos de
la realidad.
Por experiencia propia como
becaria eterna hasta hace escasos dos años, las prácticas de los periodistas
han pasado a ser un trabajo con todas las de ley encubierto. Si, sí. Con su
jornada de ocho horas con una hora -o dos, en el peor de los casos- para comer,
pringando fines de semana, y redactando o cubriendo ruedas de prensa como el
que más. Trabajando hasta las tantas de la noche sin plus de nocturnidad, y si
me apuras
sin cotizar a la Seguridad Social.
Currándote reportajes que quedan
mejor con la firma de tu jefe, y proponiendo temas para cubrir a los que, si hay canapés de por
medio, no te preocupes que ya irá otro. Y todo por un módico precio: 0 euros, o
en el mejor de los casos lo que cuesta el abono transportes.
Pero aun así quedarse sin
vacaciones al becario le da lo mismo. Está hecho de otro pasta. Porque es tal
la ilusión de ver la firma de uno en una reseña minúscula a pie de página, que
es suficiente para seguir luchando por el sueño de poder ejercer la profesión
por la que se han sacrificado los últimos cuatro años de tu vida.
Una vida, la del becario, que ha
inspirado innumerables series y películas, eso sí, a costa de las penurias
ajenas. Y en este punto tengo que hacerme eco de un
artículo que he leído esta
mañana del Huffington Post que recluta “Las 15 frases que más odian escuchar
los becarios”, ¡y qué razón lleva!
Así que después de todo esto, mi
consejo a todos los periodistas becados, pese a ser aún joven y muy inexperta,
es que jamás se dejen pisotear, que dignifiquen la profesión porque sí, ya es
suya, y, sobre todo, que disfruten de cada cosa que hagan. Que veranos hay
muchos, pero oportunidades muy pocas. Porque ser periodista no es tener sólo un
título en la mesa. Ser periodista es una forma de vida que exige 24 horas al día. Así
que, a partir de hoy, a disfrutarlo.